Hestoria1

La Edad Media

Con la pérdida de la capitalidad del reino y el traslado de la Corte a León (año 914), Asturias vuelve a caer en un profundo aislamiento de los centros de decisión del Reino de León, primero, y de Castilla, después. El quebranto de su influencia provocará movimientos secesionistas que alcanzarán su máxima expresión en el siglo XII con la rebelión del Conde Gonzalo Peláez contra el Rey Alfonso VII, y la "Regina in Asturias" Urraca (hija bastarda del mismo Alfonso VII y una dama asturiana), que será protagonista de un nuevo intento independentista.

No obstante, en esta época de siglos oscuros (X-XIII), obligada por su alejamiento terrestre, Asturias se vuelve hacia el mar, algo en lo que tendrá mucha importancia San Salvador de Uviéu como hito de primer orden en las peregrinaciones a Santiago de Compostela (sobre todo desde la apertura del Arca Santa en el año 1075 y la fama de los "milagros" que produjese la contemplación de las Reliquias), lo que hará llegar por la costa a través de los puertos de Avilés, LLanes, Villaviciosa o Ribesella a peregrinos procedentes de toda la fachada atlántica de Europa, con la que, en especial Avilés, se comerciará: Bayonne, La Rochelle, Nantes, la bahía de Bourgneuf... lo que explica la presencia en la villa avilesina de un merino franco y la constatación documental de personajes ligados al comercio como un tal Martinus Breton (1223) o el hecho de que uno de sus Santos Patronos sea Santo Tomás de Canterbury.

En esa vida alejada del interior peninsular, el disperso poblamiento rural hacía muy difícil el control político territorial por parte del poder supremo -El Rey- , lo que va a determinar la política monárquica de fundación de Pueblas o Polas con amplias zonas de influencia. Es el comienzo de una primera expansión urbana por el País en un proceso que se continuará en los siglos XIV y XV con la consolidación de los municipios o conceyos, que se van a organizar en una Xunta de representación popular.

El año 1388, con el matrimonio entre el primogénito de Juan I de Castilla, Enrique, y Catalina de Lancaster, el Rey le otorga a su heredero el título de Príncipe de Asturias, institución que nace a semejanza de la del Principado de Gales (creado un siglo antes) y que llega hasta nuestros días.

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